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Cinco razones para dejar el azúcar durante un mes

Por Miguel Ortiz A.

Todo comenzó el año pasado, entre Navidad y Año Nuevo, con el ombligo puntudo de tanto comer Nutella. Mi serie favorita había terminado y me puse a hacer zapping en Netflix. Cosas del destino: llegué al documental “Fed Up”, obra de la presentadora de televisión Katie Couric, quien trabajó codo a codo con Laurie David (‘Una verdad incómoda’) y Stephanie Soechtig. ¿Qué cuentan? El real impacto que posee el azúcar en nuestro organismo, las razones jamás reveladas de tanta obesidad en el mundo… y una suerte de conspiración alimentaria mundial, orquestada por la industria de los caramelos y apañada por líderes políticos. Podría decir que me cayó la teja.

Lo que terminó por convencerme fue que al día siguiente -¡justo al día siguiente!- se publicó el reportaje de un holandés de 22 años, Sacha Harland, quien dejó de ingerir azúcar durante un mes (incluyendo el alcohol, por cierto), consiguiendo así perder 4 kilos de peso, que su colesterol se redujera en un 8% y que su presión sanguínea bajara 10 puntos.

No lo pensé mucho y me puse manos a la obra. Estas son 5 razones por las que recomiendo hacer el intento de dejar el azúcar durante un mes. Me lo van a agradecer.

1 ES UNA ADICCIÓN

Más allá de que ambos sean un polvo blanco y sus efectos inmediatos en el organismo se vinculen al placer, lo cierto es que comparar el azúcar con la cocaína no es algo del todo descabellado: estudios científicos que han demostrado que el cerebro humano reacciona del mismo modo cuando se consume una cosa o la otra… generando aquella dependencia de la que tanto cuesta escapar. ¿No me crees? Te invito a dejar el azúcar y experimentar en carne propia los síntomas de abstinencia. En mi caso esto se tradujo en fuertes (aunque soportables) jaquecas durante los días 2 y 3, además de un humor algo cambiante –o irritable, para ser sincero- cuando cumplí una semana. El “trance” es similar a dejar el tabaco, aunque la ansiedad por el azúcar es menor.

2 DESINTOXICARTE

El asunto lo conversé con Rodolfo Neira, médico e investigador experto en nutrición. No pudo ser más enfático: “Casi todo lo que comemos está procesado, por lo que el azúcar forma parte de cerca del 90% de lo que se vende. No nos damos cuenta, pero el azúcar es el origen de la gran mayoría de las enfermedades metabólicas”. Dejarla, por tanto, se convierte en un proceso de detox muy beneficioso. El desafío mayor está en encontrar alimentos que reemplacen a aquellos que contienen azúcar añadida, entre los que se encuentran –y no es chiste- las papas fritas, la salsa de tomate, el pan, bebidas energéticas, bebidas “deportivas”… y la mayoría de los productos que dicen ser “light”.

3 DORMIR Y DESPERTAR MEJOR

Esto es algo que se me hizo notorio el séptimo día: me levanté descansado, con ganas de salir de la cama, renovado, con la batería al 100%. Lo mismo cuando llega la noche: me costó menos quedarme dormido. Aunque parezca raro, el azúcar –lejos de cargarlo a uno de energías- te mantiene atontado: hoy me noto más lúcido y mentalmente más rápido.

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4 ADELGAZAR

Si bien no era mi prioridad, de todos modos fue satisfactorio percatarme de que cumplidos los 30 días había reducido 4 kilos. ¿Se han fijado que hay personas que, si bien dejar de comer grasas y hacen deporte, nunca consiguen llegar a su peso ideal? La culpa la tiene el azúcar, “escondida” en casi todo lo que comemos. Por eso es importantísimo ponerle mucho ojo al etiquetado de todo lo que compramos y chequear si dice “azúcar” u otro de los nombres con que se camufla (sacarosa, jugo de caña, edulcorante de maíz, dextrosa, glucosa, maltosa, melaza, y un laaargo etcétera). ¿Qué se puede comer entonces? Fruta fresca, frutos secos, semillas, carnes, y un bendito surtido de productos “sin azúcar” que venden en los supermercados (hay hasta unos Chocapic que son endulzados con stevia).

5 VOLUNTAD A PRUEBA

Como se trata de un ejercicio voluntario, de un desafío personal, la nueva dieta se transforma en un reto personal, en una lucha contra ese puerco que todos llevamos dentro y que chilla por un Snickers antes de acostarse. Vencer esos impulsos se transforma en una victoria, y el músculo de la voluntad crece un poco. De hecho –y esto quizás no debería contarlo- ya han pasado dos meses desde que dejé el azúcar… y pretendo seguir así por el resto de mis días. Dicen que si uno repite un comportamiento durante 21 días, éste se convierte en hábito. Así me sucedió a mí. No crean que nunca más me tomaré una piscola ni me comeré pie de limón, pero serán casos contados, excepciones. Mi nuevo estilo de vida es “sin azúcar”… y más dulce que nunca.

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