Lana Del Rey – “Honeymoon”

7/10

Glamour hollywoodense, letargo y desesperanza disfrazada de grandilocuencia. Es la sensación general que entrega “Honeymoon”, lo último de la norteamericana Lana del Rey. Canciones marcadas por la desganada voz de Lana en armonías un tanto lúgubres, con intrincados arreglos de cuerda que recuerdan las bandas sonoras del Hollywood de antaño.

Las letras desesperanzadas disfrazadas en una niebla soporífera y narcótica, aunque emocionales y dramáticas, a lo largo de más de una hora y canciones que bordean los 6 minutos, no logran mantener la total atención del oyente. En un disco que cansa en su languidez.

Es una compleja figura la de Lana del Rey, que entre depresión e indiferencia no deja de mostrar una faceta un tanto sensual. Oscura y sugerente, en temas como “Freak” logra seducir con su invitación a conocer California y a “be a freak like me”.

Las secuencias de percusión se asoman muy tímidas en el single “High By the Beach”, uno de los cortes más “movidos” del disco, con un pegajoso y atractivo coro, pero que no se aleja de la rabia y el desdén que demuestra en el resto del álbum. Persiste la sensación de anestesia, en “God Know I Tried” ese mensaje que dice “I’ve got nothing much to live for, ever since I found my fame”, deja en claro que Del Rey no es una mujer feliz. Más bien, se esfuerza por demostrar que es un alma oscura, desesperanzada y adormecida. Y le creemos.

El momento quizás más luminoso de “Honeymoon” llega en “Salvatore”, con arreglos muy cinematográficos y tintes sutiles de trip-hop, en el que Lana declara su adoración por un hombre que toca Jazz y Blues, y que ha llegado a darle calor a su verano.

Da la sensación de que este es el disco más personal de Lana del Rey, en el que decreta su desprecio a los críticos y su cansancio de la fama, pero que además refleja un estado anímico muy común en una generación de jóvenes: aburrimiento y desprecio hacia la superficial vida moderna, y el sentimiento constante de ser un incomprendido.

Francisca Bastías.

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