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Desde que lanzaron “Only By The Night”, su mega éxito más grande a la fecha, los Kings Of Leon han tenido que lidiar con dos mitades de ellos mismos. Una de esas mitades es la que les conocimos al principio con discos como “Youth & Young Manhood” y “Aha Shake Heartbreak”, con ese estilo sureño con guiños a Lynyrd Skynard y Tom Petty, y que los hizo una banda de culto para algunos fanáticos. La otra faceta, es la que nos encontramos con ese cuarto disco que traía los hits “Sex on Fire” y “Use Somebody”, y que parece estar diseñada para grandes estadios y la dominación radial. La mayoría de su público actual los conoció de hecho en esa etapa. Los viejos fanáticos hicieron una mueca con “Only By The Night” y los lanzamientos siguientes del grupo: “Come Around Sundown” y “Mechanical Bull”, que desplegaban una suerte de mix entre lo sureño y su lado más masivo, mientras que los nuevos seguidores hicieron que la banda se consolidara como una de las más grandes del planeta.
¿Cuál era el siguiente paso para los de Tennessee? ¿Volver a sus raíces sonoras o seguir con su veta más masiva que los hizo las estrellas que son actualmente? La respuesta se llama “Walls” y no es ni uno ni lo otro. Con ayuda del productor de Arcade Fire y Björk, Markus Dravs, los liderados por Caleb Followill entregan un disco que responde a sus propias convicciones y deseos: hacer música de la que se sientan orgullosos. Porque el grupo en este séptimo álbum aún apunta a grandes estadios como lo demuestran en “Waste a Moment” o “Reverend”. No dejan de lado la experimentación porque “Muchacho” y “Over”, son temas que diez años atrás hubiera sido imposible asociar a Kings Of Leon. Y ese lado más sureño aún está presente en canciones como “Walls” y “Wild”, que parecen haber sido concebidas mascando tabaco al lado del Río Mississippi.
“Walls” es un trabajo que toma las fortalezas de la banda y las lleva un poco más allá, haciéndolas funcionar en una época donde las guitarras son un elemento escaso. La producción de Dravs consiguió que estas canciones sonaran frescas y enfocadas, permitiendo que las emotivas letras de Followill encontraran un espacio perfecto para habitar.
La juventud y energía desenfrenada de los comienzos ya no estará presente, pero el grupo sabe perfectamente como debe sonar una canción de los Kings Of Leon, sin importar lo lejos que vaya la experimentación. En el centro está el corazón sureño y desde ahí se ramifica el sonido de una banda que siempre ha tenido una cuota importante de ambición. “Un hombre no es un hombre a menos que tenga deseo”, canta Followill en la hermosa canción que cierra el LP. Más claro imposible.
Ignacio Cisternas.