Hasta los pokemones evolucionan… ¿Y tú no?
Venimos del mono, plantea mister Darwin, pero eso no significa que ya hayamos alcanzado la mejor versión de nosotros, como especie humana. Nos hemos ido poniendo de pie, y cambiamos el hacha por el pendrive y la flecha por el smartphone. En lugar de cazar, ahora vamos al supermercado… O compramos por internet. Vemos series en Netflix, levantamos ciudades, aeropuertos, modernos parques de diversión. Sacamos fotos, las compartimos, conversamos en redes sociales, nos ponemos filtros en Snapchat. Esta misma columna, sin ir más lejos, la escribo en un notebook, y se la mandaré a mi editor por email. Nos reímos con los audios de Whatsapp y alucinamos con la tecnología musical que inunda los recitales, con luces, efectos visuales y 3D.
Todavía nos queda mucho, por cierto, de animal: seguimos enfrentándonos de manera salvaje, con golpes mortales, como sucede hoy en Siria; tenemos olvidados a muchos de nuestros niños y adultos mayores; la delincuencia -que a veces parece no tener solución- copa las portadas de los diarios. Nos peleamos a gritos (a garabato limpio) en el taco de Eliodoro Yáñez con Manuel Montt. Seguimos, como sociedad, sobreviviendo a la ley del más fuerte, la misma que impera en la jungla… Ahí donde viven los monos.
Lo que vengo a plantear es simple: la teoría de la evolución, hoy en día, necesita un poco de voluntad. Ya se nos acabó el impulso natural, el “vuelito” con el que veníamos. Ahora tenemos que esforzarnos, tratar, ponerle ñeque, querer avanzar. Como un Pokemon.
Si un Pidgey evoluciona en Pidgeotto… Y un Ekans en Arbok, ¿Por qué nosotros no podemos intentarlo? El ejemplo de las criaturas japonesas, aclaro, no es antojadizo: creo que la llegada de “Pokemon Go” a Chile (y al mundo) nos planteó un desafío enorme. La “realidad aumentada” no es ya privilegio de un grupito de geeks hiperconectados, ahora todos tenemos acceso a esa tecnología y la podemos usar para divertirnos, por ejemplo. La adicción que generó inicialmente la aplicación desató la furia y amargura de los criticones de siempre, que miraron con desprecio a quienes inundamos los parques en busca de Pikachus. Mentalidades poco evolucionadas -o cerradas a la oportunidad de hacerlo- que apuntaban con el dedo a esos “muertos en vida”, tal como nos catalogó el poeta Cristián Warnken, en una de desafortunada columna de El Mercurio, en agosto recién pasado.
Evolucionar es necesario, natural e inevitable. ¿Por qué hay tantos que se niegan al cambio? No digo que todo deba cambiar. Parte de ese saber evolucionar implica conservar lo bueno, las lecciones aprendidas. Pero no hay nada que me ponga de peor genio que aquella frasecita absurda que algunos usan de comodín para negarse a los cambios: “Es que esto siempre lo hemos hecho así”. PRECISAMENTE porque siempre se ha hecho así, señor, es que quizás llegó la hora de cambiarlo, ¿No cree?
En todo orden de cosas necesitamos evolucionar: el concepto tradicional de familia ya está abriendo espacios a nuevas conformaciones; el capitalismo comienza a perder terreno frente a alternativas de economías colaborativas (y en eso algunas apps han hecho un trabajo fabuloso); El “desconectarse” -¿quién lo diría?- se ha convertido en un lujo… Y así, suma y sigue.
Sin querer queriendo “Pokémon Go” nos prendió la luz, nos tiró un alcachofazo, para que atinemos a sintonizar con la revolución que viene, y que está a la vuelta de la esquina: no dentro de mucho podremos pasear por el mall sin movernos de casa, gracias a la realidad virtual, y en lugar de cazar pokemones por la ciudad, estoy seguro, la realidad aumentada adquirirá nuevas funciones, más útiles, en campos tan diferentes como la medicina, el transportes, la educación… O la misma entretención. No es lo mismo que te cuenten la hazaña de Arturo Prat, que navegar con él en la Esmeralda y VERLO saltar al abordaje. O la insufrible experiencia de ir apiñados en el Metro, en horario punta, ¿no podremos alivianarla con anteojos que nos trasladen a la playa?
La revolución tecnológica por la que estamos atravesando, me atrevo a decir, generará en nosotros un impacto mayor al que produjo la invención de la rueda. Así de heavy se nos viene la mano. ¿Estamos preparados?, ¿estamos listos para evolucionar?
Por Miguel Ortiz A.
@ortizmiguel