Bon Iver – “22, A Million”

9/10

Mucho pasó entre el último disco de Bon Iver –nombre de escenario para el proyecto de Justin Vernon– y este nuevo disco llamado “22, A Million”. Vernon y su banda se ganaron dos Grammy gracias a “Bon Iver, Bon Iver”, editado en 2011 y premiado un año después en la ceremonia anual de esos premios. Pasaron de ser una banda reconocida sólo en el mundo del indie a una audiencia más masiva y que llevó a Vernon a colaborar con artistas de alto perfil mediático como por ejemplo, Kanye West.

Si segundo disco aún mantenía trazos de ese apacible y delicado folk con el que nos sorprendió en “For Emma, Forever Ago”, su excepcional álbum debut, en este nuevo registro Vernon se despojó de todo lo que había hecho en el pasado y salió con un disco que parece habitar en un extraño mundo de maquinas, pero aún así conserva ese frágil corazón que nos mostró en su primer LP. El cambio de estilo, si es que se puede llamar así, comenzó con “Beth/Rest”, la última canción de su anterior disco. Fue como la introducción a este nuevo mundo que Bon Iver parece haber creado siglos después de esta era.

Quizás los más complicado de asimilar acá son los nombres de las canciones, pero si hacemos el paralelo entre un mundo habitado por máquinas y este disco, que los temas tengan más números que letras no nos debería extrañar. Es increíble como Vernon puede emocionarnos con elementos musicales que, por lo general, son ocupados para hacer bailar más que para emocionar. Los sintetizadores, el vocoder, las bases programadas y los loops, se asemejan más a Daft Punk que a un compositor indie que sigue batallando contra sus propios demonios.

Momentos altos se viven en canciones como “29 #Strafford APTS”, “666 ʇ”, “8 (circle)” y “00000 Million”, donde Vernon parece ir re-descubriendo mundos cada vez que esas canciones cambian de tono y tiempo.

Este es un disco que en vez de analizarse, debería sentirse, porque con cada oída crece más y más. Es como un puzzle que se tiene que ir develando de a poco para ir encontrando belleza en cada una de sus esquinas. En un época donde los artistas se repiten a si mismos eternamente, Vernon nos muestra que cuando hay talento, las posibilidades son infinitas.

Ignacio Cisternas.

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