9/10
Hay fronteras y barreras que ciertas bandas prefieren no cruzar. Hay lugares que ciertas bandas prefieren no visitar. Radiohead no es una de esas bandas. Thom Yorke y compañía anhelan ir en busca de lo desconocido, de mundos que son complejos y enmarañados. Por lo mismo sus discos siempre son una novedad; piezas misteriosas que no logran calzar fácilmente en nuestra cotidianidad. Por eso el quinteto es lo que es: un emblema del ejercicio y la innovación.
Con “A Moon Shaped Pool”, el conjunto de Oxfordshire quiso seguir abriendo caminos, utilizando tecnología de punta, mezclándola con el pasado conocido, coqueteando intensamente con la música clásica y dándole matices certeros de electrónica a un álbum que poco tiene de común y mucho menos de corriente.
Esta placa, la novena en la carrera de Radiohead, se deja llevar por un camino algo más introspectivo y nos presenta canciones que, si bien podrían ser la banda sonora de cualquier sueño con personajes anormales, logran llevarte en un viaje tormentoso y lleno de lugares mágicos. “Daydreaming”, segundo single del disco, es un paseo a medio dormir. Es una oda a ese momento en que tu mente divaga mientras miras por la ventana y todo es posible.
“Decks Dark”, por su parte, es un perfecto paseo a través de paisajes melancólicos y calmados. Un paso lento que intenta llevarte a lugares seguros, pero no por eso menos complejos. Y ahí chocamos de frente con otras composiciones como “Burn The Witch”, que nos presentan un ritmo más intrépido y estrepitoso, lleno de violines trepidantes y caídas que parecen no tener fin.
Lograron una vez más sumergirnos en un mar de sonidos, de orquestación, de electrónica, de constancia y de dedicación. Si hay una banda que ha sabido ser fiel a sus intereses y gustos, pero sin parecer repetitivos ni tediosos, esa es Radiohead. “A Moon Shaped Pool” es algo más que un disco: es una afirmación, un recordatorio; una muestra de que no es fácil ser original, pero vale la pena.
Diego Huenchur C.