COURTNEY BARNETT: “ESTE ES EL MEJOR PUTO TRABAJO DEL MUNDO”
Por Hernán Carrasco C.
Australia es casi un continente de por si. De hecho es el país más grande del mundo sin fronteras terrestres. Aunque este aislamiento del resto del mundo, en una época digital como la nuestra, es sólo mental. Bien lo sabe Courtney Barnett, aguda cantante y letrista nacida hace 27 años, en la hermosa Sidney. Influenciada por Jimi Hendrix, Nirvana y Pavament, la música del hemisferio norte llegaba sin problemas a oídos de Barnett. A los 12 años ya componía su primera canción y once años más tarde creaba su propio sello de música llamado Milk Records. Fue ahí donde lanzó sus primeros dos EPs. ¿Cuán difícil es hacer una carrera en un país tan lejano como Australia? Barnett, cree que no tanto. “Es difícil saber con certeza, porque creo que es diferente para todos y además todos tenemos distintas visiones de lo que debería ser una carrera. Yo lo encontré no difícil, sino más bien como un desafío. De los buenos desafíos. Empecé a tocar cuando tenía 18 años y tocaba en muchos lugares. Viajaba harto también. Cuando tenía 23 años fundé Milk Records y lancé mi primer EP. Hay una gran escena musical en Australia, especialmente en Melbourne, donde yo vivo ahora”, nos dice al teléfono desde Estados Unidos en medio de su gira por ese país.
Su primer single más o menos exitoso fue “Avant Gardner”, una psicodélica y chistosa canción que habla de pereza y una experiencia cercana a la muerte, que ella misma reconoce como un “gran chiste”. Eso fue hace dos años. Le pregunto si el estar lejos de Europa y América es una ventaja o una desventaja para los australianos, a lo que me responde que “es probablemente una mezcla de ambas. Australia está tan lejos y tan aislada del resto del mundo, que tal vez se transforma en una ventaja porque deja mucho espacio para desarrollar la individualidad artística”. Y es así, porque ese oceánico país ha tenido grandes conjuntos con los más variados estilos musicales. AC/DC, INXS, Crowded House, Nick Cave y Tame Impala, por nombrar algunos.
La infancia de Barnett transcurrió en los alrededores de Sidney. Hija de una madre bailarina y un padre diseñador gráfico, el entorno donde se desarrolló fue bastante liberal. Sus padres la alentaban a expresarse creativamente desde pequeña y ella era bastantemente más activa en esa área que sus amigos del barrio. Aunque era muy aplicada como estudiante, Barnett siempre quiso relacionarse con algo que tuviera que ver con arte. Una vez terminado el colegio, estudió diseño y luego fotografía, pero fue la música la que más satisfacciones le daba, así que luego de dos años en la universidad, decidió dedicarse por completo a su veta artística.
Al principio tocó en varias bandas locales sin distinción de género: rock, grunge, garage, country e incluso una banda tributo. Por eso cuando le pregunto por sus influencias musicales me dice que son muchas. “He tenido un amplio espectro de influencias a través de los años. Siempre cambian. Al principio me gustaba el grunge y el rock. Después pasé por el country y el folk. Actualmente estoy muy pegada con Paul Kelly, Wilco y Patti Smith. Bueno, técnicamente los músicos que tienen un cerebro y lo usan correctamente son una gran influencia para mí”, me responde con intensidad.
Barnett se ha declarado abiertamente gay y vive con su pareja actual, la también cantante australiana, Jen Clother. Ambas manejan el sello que Barnett fundó en 2012. Por eso cuando le preguntan por quién es el hombre a quién le canta en sus canciones, ella sólo sonríe. Ella y Clother tienen una relación que ya lleva cuatro años. “El amor es el mismo, siendo hombre o mujer. Eso no debería ser un tema relevante creo yo”, afirma.
A la hora de hablar de “Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit”, su estupendo disco debut y uno de nuestros favoritos del año hasta ahora, Barnett nos cuenta que no estaba segura, al principio, de que era lo que quería sónicamente de este álbum. “Creo que parte de la belleza de crear algo es que tú nunca sabes exactamente cómo va a sonar o como resultará todo al final y es por eso que te esfuerzas por crear algo único. Puedes tener una noción, pero nunca lo sabrás hasta que este finalizado”, reflexiona sobre un proceso de creación que le tomó un buen tiempo, algo radicalmente distinto a cómo fue la grabación de esas canciones. En sólo ocho días Barnett y sus compañeros de banda, Bones Sloane en bajo y Dave Mudie en batería, grabaron las once canciones que componen el álbum. Uno puede sentir un cierto grado de urgencia y arrojo en este conjunto de temas. Directo y con una vibra casi en vivo. ¿Fue premeditado grabar de esa forma? En cierta forma sí. “Creo que el culpable por esa urgencia y adrenalina, es el café. Abusamos de el durante las grabaciones. Tengo que confesarlo (risas). No quería pasar demasiado tiempo en el estudio porque me conozco y sé que puedo dilatar mucho las cosas. Pasamos la cantidad perfecta de tiempo en el estudio para capturar la energía adecuada y la pasión que tiene que tener un disco”, reflexiona la cantante y compositora. ¿Puedes elegir tu canción favorita del álbum? “Van cambiando constantemente, pero ahora creo que es ‘Small Poppies’, o tal vez ‘Kim’s Caravan’. Una de esas dos”, dice aún meditativa.
En vivo, Barnett y su banda son un fuego de rápida combustión. Han tocado en festivales que ya los quisiera un debutante, entre ellos, los festivales Glastonbury y Coachella. ¿Qué tan importante es para ella la parte en vivo de su trabajo? “Amo tocar música sin importar cuan grande o pequeño sea el lugar donde este. Todas las audiencias son importantes. Este es el mejor puto trabajo del mundo”, nos dice con satisfacción. Le aprovecho de preguntar si es que le gustaría venir a Chile a tocar pronto, a lo que me responde “¡Me encantaría! Si es que vamos pronto, ¿me puedo quedar en tu sillón?”. Por todo lo que ha demostrado hasta ahora, el que tendrá que dormir en el sillón soy yo.