FLORENCE + THE MACHINE: INTIMIDAD EXPUESTA
Por Hernán Carrasco C.
Después de dos exitosos discos lanzados prácticamente sin respiro alguno, Florence Welch, la figura excluyente dentro de Florence + The Machine, necesitaba tomarse un receso. Por sanidad mental y física. Con algunas dudas al principio, la británica se tomó un año sabático para descubrir que es lo que le realmente la hacía feliz aparte de la música. Pero esa aparente libertad de no tener que ir a ningún trabajo, se transformó en una arma de doble filo. Welch naufragó.
Confundida por algo que suena tan sencillo, la cantante trató de descubrir que era lo que realmente la hacía feliz. ¿Era estar en pareja lo que le daba felicidad? ¿Era estar constantemente de fiesta? ¿Viajar? Welch no encontraba aquello tan primordial para cualquier ser humano. Y para complicar más las cosas, algunos de los hábitos que tenía cuando estaba de gira, se quedaron en su rutina diaria e interfirieron negativamente en su vida. “Tenía la vida que quería, pero estaba confundida acerca de lo que realmente quería de esa vida. No sabía si quería seguir con esta dinámica de escribir canciones y salir de gira, o si necesitaba tomarme un tiempo y tener tiempo para mí, para hacer mis cosas. Cosas que no puedes hacer cuando estás de gira. Por un tiempo estuve atascada entre esas dos opciones y no sabía que elegir. ¿Cómo vivir? ¿Cómo amar en tu propio tiempo? Porque de pronto es sólo tu vida, no hay ningún gran show al final del día. No había ningún horario que cumplir y eso fue difícil para mí. Me sentí a la deriva”, explica la cantante.
Hay un poco de autodestrucción en Welch que ella reconoce abiertamente y que se toma con un humor. “Como dije antes, tengo la vida que siempre he querido y por alguna razón siempre la termino empujando por el abismo”, dice riendo la inglesa, para luego agregar que “es divertido dejarse llevar por esos momentos donde todo es locura y diversión, pero eso siempre lleva a que tú destruyas las cosas que más amas. Y yo me sigo preguntando por qué continúo haciéndolo”.
Florence estaba constantemente de fiesta en fiesta y el alcohol se transformó en un problema. “Cuando estás de gira, el alcohol siempre está presente en el catering y mientras tú seas capaz de controlarlo, para dar buenos shows en cada lugar donde cantas, no hay problema. Pero cuando ese hábito lo llevas a tu vida fuera de los escenarios se transforma en un gran problema”, reflexiona la cantante a propósito de un episodio en 2013, mientras disfrutaba su año sabático, donde fue grabada con varias copas de más haciendo covers de Daft Punk y Gossip en un bar. “Aparecí ebria en las noticias”, dice riendo, agregando que “hace mucho que no cantaba y mis amigos me pasaban y pasaban copas. Terminé arriba del escenario cantando con una banda que estaba tocando ahí. Pensé que había pasado inadvertida, pero mi manager me llamó después preguntándome si había hecho covers recientemente. Me descubrió y fui severamente reprendida”, cierra entre risas.
Este hecho hizo replantearse a Welch sobre lo que estaba pasando en su vida. Decidió dejar el alcohol y enfocarse completamente en su nuevo disco. Durante este periodo, además, rompió con su novio. Fueron momentos difíciles para la cantante londinense y que la llevaron a escribir su más personal y abierto LP a la fecha. “Me mudé a Los Angeles, alquilé una casa cerca de un estudio de grabación y llevé una vida casi solitaria. Tenía una rutina diaria que era básicamente: ir al estudio, volver de grabar, leer y después dormir. Y al día siguiente hacer lo mismo. Estuve así por un buen tiempo. Fue un proceso de grabación tranquilo e introspectivo. Metódico y muy personal. Se sintió mágico”, relata la inglesa.
Fue esa estadía especial en Los Angeles la que hizo que este álbum se llamara “How Big, How Blue, How Beautiful”, que es una referencia al azulado cielo que casi siempre presenta esa californiana ciudad. Pero algo le faltaba a Florence. “Era demasiado agradable esa vida en Los Angeles y eso contagiaba a mi composición porque volvía y escribía una canción de cuatro minutos que era sólo coros”, dice riendo Welch, para agregar que “necesitaba la vibra melancólica y dura de Londres para hacer el disco que quería. Así que fue allá donde lo finalizamos”.
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“Es mi disco más personal hasta ahora. Creí que era acerca de una cosa, pero como generalmente pasa en este tipo de cosas, resultó ser acerca de muchas otras cosas. Cuando estoy escribiendo usualmente no sé que me estoy tratando de decir, hasta que escucho la canción completa”, reflexiona sobre lo que significa para ella este nuevo disco. “Nunca había trabajado tanto en un álbum y fue trabajo consistente. Fue algo muy bueno porque yo era un desastre cuando empecé a grabarlo. Ese momento de mi vida tenía dos maneras de seguir: o continuaba presionando el botón de auto-destrucción o me enfocaba en hacer algo diferente, y eso era hacer un disco de esta manera. Y fue muy duro al principio, pero mi productor (Markus Dravs, mismo tipo que produjo el genial “Reflektor” de Arcade Fire”) me ayudó a encausar el rumbo”, rememora la cantante sobre el proceso de grabación de este LP.
Sobre cómo siente este álbum, Welch lo explica de manera muy gráfica diciendo que “creo que gran parte tiene que ver con haber vivido por un tiempo en Los Angeles. Con conducir autos cuando el sol se esconde y la noche recién está comenzando. Tiene que ver con esta idea de expansión y espacio. Y la inmensidad que da ese cielo azul. Había una inmensidad también en “Ceremonials”, pero era algo más oscuro y tenía que ver con sumersión. Este es acerca de elevarse. Queríamos sonar como Tom Petty despegando de un jet en los años 70 y realmente creo que así suena”, afirma orgullosa la británica.
Florence Welch le ganó a sus propios fantasmas, hizo el disco que quería y el que al parecer estaba destinada a hacer. “How Big, How Blue, How Beautiful” debutó en el primer lugar del ránking Billboard vendiendo más de 138 mil copias en su primera semana, convirtiéndose en su disco más exitoso a nivel comercial a la fecha. Un disco exuberante y sensible, para una artista que parece no tener techo.